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Etnográfica

versão impressa ISSN 0873-6561

Etnográfica vol.17 no.1 Lisboa fev. 2013

 

“El otro fútbol”: prácticas y discursos acerca del fútbol como motor de integración social de los inmigrantes en España

“The other football”: practices and discourses about football as a motor for social integration of immigrants in Spain

 

Juliane Müller*, Adolfo García Jerez*

*Departamento de Antropología Social y Cultural, Universidad Ludwig-Maximilian (LMU), Alemania. E-mail: juliane.mueller@ethnologie.lmu.de

**Grupo de Investigación Social y Acción Participativa (GISAP), Universidad Pablo de Olavide (UPO), España. E-mail: agarjer@upo.es

 

RESUMEN

El artículo analiza la organización y puesta en marcha de las ligas de fútbol y mundialitos de migrantes sudamericanos en España de los últimos años, desde un enfoque basado en las prácticas y habitus socio-deportivos y desde una perspectiva post-estructuralista que nos han permitido escrutar el papel de los discursos en la producción del orden social. El objetivo es analizar los discursos y prácticas de los diferentes agentes sociales que intervienen en la organización de los torneos. Especialmente nos interesa el de los inmigrados y cómo éstos hacen un uso estratégico del lenguaje hegemónico creado desde y con la práctica deportiva a fin de legitimar sus posiciones, de auto-representarse conforme a sus intereses y de hacer públicas sus demandas. Para ello se ha llevado a cabo en el año 2008 un estudio comparativo y multilocal en Madrid, Sevilla, Málaga y Granada a partir de la aplicación de una metodología basada en el trabajo etnográfico, en la observación participante y en la realización de entrevistas tanto a jugadores, organizadores como a expertos en el fútbol migrante.

PALABRAS CLAVES: fútbol, España, inmigración latinoamericana, discurso, integración, multiculturalismo.

 

ABSTRACT

This article deals with the organisation and realisation of South American migrant football leagues and so-called Small World-Championships for migrants in Spain in recent years. We start from a practical (habitus) and poststructuralist perspective that emphasizes the role of discourse and power in the production of social order. The aim is to analyse narratives and practices of all social groups involved in the organisation of migrant football. We are particularly interested in migrants’ utterances and how they strategically appropriate the dominant language in order to legitimate their positions, self-represent themselves according to their interests and make public their demands. For this reason, a comparative and multi-local research has been undertaken in Madrid, Seville, Malaga and Granada applying an ethnographic approach, participant observation and interviews with players, organisers and experts of migrant football leagues and championships.

KEYWORDS: football, Spain, Latin American immigration, discourse, integration, multiculturalism.

 

INTRODUCCIÓN: INMIGRACIÓN Y DEPORTE

A pesar de la gran popularidad del deporte y de la presencia del fenómeno migratorio en la vida pública contemporánea, no han sido tan cuantiosos los estudios antropológicos al respecto; en todo caso, fueron la historia, la sociología y la antropología social anglosajona las que en primer lugar se centraron en el estudio del deporte entre grupos minoritarios (Cronin y Mayall 1998; Werbner 1996; Burdsey 2006).[1] Estas investigaciones, muchas de ellas influidas por los estudios culturales de la escuela post-estructuralista británica (Hall 1980; Gilroy 1987), se inclinaron por el análisis de las migraciones postcoloniales, de las diásporas y el consumo del deporte para, en última instancia, virar hacia estudios mucho más focalizados en la idea de los migrantes y minorías como espectadores del fútbol.

Entendemos que este nuevo interés se debe fundamentalmente a los actuales procesos globales así como a la fuerte comercialización a la que está sometido el deporte a través de las transmisiones televisivas internacionales y a la producción de ídolos deportivos globales. Esto ha contribuido, por ejemplo, a que los hijos y nietos de migrantes muestren una especial atracción hacia el deporte (Tiesler 2012) y que, tal y como nos muestra Werbner (1996) y la propia Tiesler, incluso puedan llegar a expresar sus adhesiones transnacionales preferiblemente a través del deporte, como es el caso de la segunda y tercera generación de migrantes portugueses en diferentes países europeos y norteamericanos y el de los jóvenes pakistaníes en Inglaterra y su afición por equipos, en esta ocasión, de críquet. Esto les posibilitaría, según varios autores (Valiotis 2009; Burdsey 2006; Werbner 1996), posicionarse y reivindicar identidades múltiples en un entorno social hostil.

Así pues, estos análisis son importantes en la medida que nos han permitido escrutar una amplia gama de fenómenos relacionados con el deporte en contextos post-migratorios, sociales y nacionales, así como posibles experiencias de discriminación. Es por ello por lo que en nuestro estudio nos hemos inclinado por un enfoque teórico en consonancia con esa perspectiva post-estructuralista de los estudios culturales británicos, por cuanto que entendemos la construcción de un discurso – el de la integración de los migrantes a través del fútbol – como una representación dominante. De ahí que nos atraiga cómo los diferentes agentes sociales del fútbol migrante en España han utilizado esa idea para defender los torneos según sus intereses y para – en el caso de los migrantes sudamericanos – desafiar su posición subalterna.

Pensamos, por tanto, que hemos escogido un enfoque sobre el estudio de inmigración y prácticas deportivas poco frecuente, ya que la mayoría de los análisis han tratado de dilucidar si las asociaciones deportivas migrantes y los clubes de fútbol étnicos promueven en última instancia la integración (véase Müller, Van Zoonen y De Roode 2008; Bröskamp 1994).[2] No obstante, y sin desestimar la importancia de esos análisis, ese énfasis en la capacidad integradora del fútbol ha podido significar en algunas ocasiones un verdadero “obstáculo a la investigación deportiva porque funciona como un filtro y estructura de antemano lo que se considera digno de ser investigado en el deporte migrante y lo que se ha de excluir” (Bröskamp 1994: 5).[3]

Retomando la idea de “integración” por cuanto ha sido clave en las investigaciones sobre inmigración, podríamos afirmar que en términos sociológicos ésta abarcaría al menos cuatro dimensiones: la político-legal, la institucional, la de las técnicas, normas, valores sociales y culturales y la de las identificaciones individuales y colectivas. En cambio, aplicada exclusivamente al ámbito deportivo quedaría asociada sólo a las dos últimas dimensiones, es decir, por un lado a las pautas de conducta, técnicas y capacidades socio-culturales de los participantes y, por otro, favoreciendo la identificación con el nuevo equipo, la ciudad y el país de residencia (Heinemann 2002). De hecho, muchas de las iniciativas del deporte migrante promovido desde arriba implícitamente parten de estos presupuestos (Müller, Van Zoonen y De Roode 2008). Asimismo, el concepto de integración se presta a una cierta ambigüedad al funcionar a veces como sinónimo de asimilación y otras veces de diversidad. Si bien en las ciencias sociales los enfoques más actuales la definen como un proceso multidimensional de inserción y participación social de todos los individuos y minorías en iguales condiciones, respetando los derechos fundamentales y rasgos culturales de cada uno (Entzinger 2000; Bauböck 1994), en contextos no-académicos se asocia con “asimilación” por cuanto que se espera que los migrantes adopten las pautas de la sociedad de llegada (Medina 2002), acoplándose a una sociedad supuestamente ya integrada (Cottino 2005). Es en relación con esta cuestión donde al deporte, especialmente al fútbol, se le ha dotado de una función supuestamente integradora al ser considerado un instrumento clave de intervención social, tanto por los medios de comunicación europeos como por los propios organismos deportivos, de ahí que numerosas iniciativas deportivas y especialmente torneos de fútbol hayan sido utilizados para solventar una amplia gama de problemas sociales que incluye desde la delincuencia juvenil, la violencia y la exclusión social hasta la integración de migrantes, de otras minorías y mujeres (Müller, Van Zoonen y De Roode 2008). Prueba de esto es el número creciente de federaciones nacionales europeas de la FIFA que en las últimas dos décadas está asumiendo iniciativas de paz a través del fútbol, siendo algunos de los ejemplos más importantes los “Open Fun Football Schools” en la Ex-Yugoslavia y en Oriente Medio, en los que por medio del fútbol se pretende crear un marco de intercambio entre niños y jóvenes de diferentes orígenes étnicos; o los proyectos en Sierra Leona, Liberia y otros países de África Central donde el fútbol está siendo utilizado como un instrumento con el que re-socializar jóvenes traumatizados por las guerras civiles (Giulianotti y Robertson 2009).

De este modo, partiendo de la idea de “integración a través del fútbol” como una estructura de percepción y evaluación hegemónica que puede llegar a limitar la mirada científica, el objetivo de nuestra investigación ha sido estudiar las prácticas del fútbol migrante de una manera holística, es decir, intercalándolo con la vida diaria, laboral y social de las personas recién inmigradas que afrontan una serie de obstáculos político-legales y económicos al estar en España de manera informal. Nos ha parecido especialmente importante analizar las prácticas socio-deportivas de los migrantes en su contexto cotidiano para de este modo captar todas las dimensiones de su actividad futbolera, así como todas aquellas dimensiones de la interacción y cooperación social de la que son sujetos. Para ello hemos analizado el habitus socio-deportivo y el rol del fútbol en las comunidades de inmigrados sudamericanos, especialmente andinos, imbricando el análisis de las prácticas socio-deportivas con la interpretación de los discursos sobre esas prácticas tanto de los migrantes mismos como de las instituciones españolas.[4] Más específicamente, nos interesó saber cómo el fútbol puede crear redes de contacto y solidaridad entre ellos, pero también cómo la práctica de este deporte puede transformarse en un mecanismo con el que vehicular las exigencias de los propios migrantes y con el que cuestionar las imágenes estereotipadas de las que son objeto.

Pero es más, para ser reconocidos como agentes sociales en el ámbito público, los migrantes tienen que moverse dentro de los límites de lo que se dice, de lo entendible y tolerado. En este sentido, nos ha parecido útil situar los discursos y prácticas deportivas de los migrantes dentro de lo que algunos autores llaman “estructura de oportunidades discursivas” (Koopmans y Statham 2000). Este enfoque nos remite a aquellos conceptos intermedios entre estructura y agency que tienen en consideración los acuerdos nacionales, institucionales y discursivos que delimitan la acción social de los diferentes grupos de la población sin negarles a éstos un rol activo en el proceso histórico-social así como a los estudios sobre actores políticos en su acepción más amplia (Guigni, McAdam y Tilly 1999). En este sentido, “integración” y como contraste el rechazo al “gueto” (Delgado 2008) constituyen dos pilares claves del discurso legítimo sobre la inmigración en la España actual – un fenómeno que no se limita sólo al contexto español sino que debería ser entendido como un discurso hegemónico que circula por espacios de poder político y mediático transnacionales (Wacquant 2007) –, y al cual los inmigrados andinos tienen que adaptarse para ser escuchados. Comprobaremos cómo y en qué medida lo están empezando a hacer.

En cuanto a la obtención de los datos, se ha de subrayar que el análisis y los resultados que aquí se presentan están basados en 18 meses de trabajo de campo en Sevilla y aproximaciones etnográficas puntuales en Madrid (Marzo 2008), Málaga (Abril a Julio 2008) y Granada (Junio 2008) de uno de los investigadores. Durante el trabajo de campo en Sevilla se llevó a cabo una triangulación metodológica basada en la consulta de fuentes secundarias; en la participación como jugadora en los partidos, entrenamientos y actividades sociales de dos equipos femeninos bolivianos; en la observación de los campeonatos a partir de la asistencia a los partidos y a las reuniones para su organización; y en la realización de entrevistas a los organizadores de las ligas y mundialitos migrantes así como a los dirigentes de la mayoría de los equipos participantes. Para el caso de Madrid, el trabajo de campo constó de la observación de tres ligas y de la consumación de tres entrevistas en profundidad. El de Málaga se basó en el seguimiento de un mundialito, en una entrevista al organizador del mismo y entrevistas informales a los integrantes de dos equipos bolivianos: uno masculino y otro femenino. Por último, se llevó a cabo una visita a la única liga sudamericana existente en la ciudad de Granada, donde fueron entrevistados el presidente de la liga y la secretaria de la junta directiva.

La selección de estas ciudades se debe a diferentes causas. Madrid y Sevilla comparten un porcentaje similar de residentes latinoamericanos con respecto a la totalidad de la población extranjera (alrededor de un 40%), de ahí que dicha circunstancia posibilitara la comparación en cuanto al funcionamiento, a los significados y dinámicas de sus ligas de fútbol migrante. La elección del caso de Málaga se debió al hecho de que dicha ciudad es una de las urbes andaluzas con mayor población extranjera, por lo que sus formatos futboleros nos permitían llevar a cabo una comparación con los de Sevilla, tomando como punto de partida el propio contexto andaluz. La elección de Granada obedeció a la posibilidad de escrutar una ciudad también andaluza, pero en esta ocasión con un menor porcentaje de población migrante.

Por último, y a fin de facilitar la comprensión del presente artículo, éste ha sido dividido en cuatro diferentes apartados. El primero de ello tratará de la llegada de los inmigrantes a España en las últimas décadas, si bien se prestará una especial atención a los inmigrantes procedentes de los países andinos. El siguiente y el tercero se centrarán en la aparición, consolidación y desarrollo de las ligas de fútbol organizadas por los inmigrantes de origen andino, atendiendo a cuestiones tan relevantes a nuestro entender como son la composición de las mismas, los discursos sobre el fútbol como motor de integración social, los conflictos originados por el control de las canchas de juego y el formato de “mundialitos”, en tanto que a partir de ellos se han ido modulando unos determinados discursos y prácticas en torno al significado del fútbol migrante y a la existencia de estas mismas competiciones. El último apartado será el destinado a las conclusiones.

LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA

En la década de los ochenta todavía la inmigración en España se caracterizaba por ser principalmente europea de tipo residencial, a pesar de que en ese intervalo de tiempo se cuadruplicó la inmigración procedente de Marruecos (Izquierdo 1992; King, Lazaridis y Tsardanidis 2000). Serán unos años más tarde, en la década de los noventa, cuando las migraciones extracomunitarias alcanzaron cifras cuantitativas importantes. Podría afirmarse que a partir de entonces se han ido consolidado nuevos puentes migratorios que enlazarán España con países tanto del este de Europa como, muy especialmente, sudamericanos. No en vano, en 2008 Rumanía lideraba la estadística de extranjería con 730.000 nacionales, seguida de Marruecos (645.000), Ecuador (425.000), Colombia (290.000), Bolivia (240.000) y Argentina (145.000) (INE 2008).

Partiendo del porcentaje de la población extranjera sobre la población total en España se observa, de un lado, la existencia de un aumento acelerado de la inmigración entre 1990 y 2008, llegando a representar el 11,4% de la población total (INE 2008) y, de otro, que este flujo en buena medida estaba basado en la inmigración procedente de América del Sur (tabla 1). De hecho, de las 560.000 entradas promediadas anuales entre 2000 y 2005, 300.000 fueron efectuadas por ciudadanos de los países latinoamericanos, lo que significa que en el 2008 representen un tercio de los residentes extranjeros (López de Lera 2007: 4; véase también Gil Araujo 2008; Urdiales y Ferrer 2005).

 

 

Por tanto, ese nuevo ciclo migratorio[5] ha significado una ampliación considerable de las procedencias nacionales, étnicas y sociales de dicha inmigración, ya que hasta principio de los años noventa se había limitado principalmente a las clases medias-altas de algunos países y a los exiliados políticos uruguayos, argentinos y chilenos (López de Lera 2007; Vicente Torrado 2005; Izquierdo 1992). Más recientemente, a lo largo de los años noventa, se observa como comienza a despuntar tanto la inmigración dominicana y peruana, esta última principalmente de clase media empobrecida (Escrivá 2000), como un aumento espectacular de la inmigración colombiana, por la intensificación de la violencia y la crisis económica (Actis 2009), y ecuatoriana, debido, en ésta ocasión, por la grave crisis política y económico-financiera del país (Pedone 2003). También por motivos económicos y financieros, más específicamente por lo denominado como “corralito” (Garzón Guillén 2006), aumentó el flujo de argentinos a España. Finalmente, a partir del 2004, las migraciones internacionales bolivianas se reorientarán cada vez más hacia España (Hinojosa Gordonava 2009; Müller 2011a).

 

 

Junto a estos factores, habría que resaltar otros motivos y causas que alimentaron estos flujos y que podrían resumirse en la vigencia de las relaciones históricas, en el asentamiento y actividad más recientes de las empresas españolas en Latinoamérica, en la demanda desde España de mano de obra barata y poco cualificada, en la excepción de visados para todos los países emisores durante la primera fase del ciclo migratorio y, por último, en la propia dinámica de las redes sociales en procesos migratorios (Rodríguez y Martínez 2008; Carrillo, Cortés y Moscoso 2007; Müller 2011b).

LAS LIGAS DE FÚTBOL DE LOS MIGRANTES DE LOS PAÍSES ANDINOS

Ese incremento de los flujos migratorios procedentes de los países de América del Sur ha supuesto asimismo una mayor presencia de los migrantes en el espacio urbano de la mayoría de las ciudades españolas, siendo una de las principales actividades que ha potenciado dicha visibilidad la organización auto-gestionada de ligas de fútbol y futsala. Es más, estas ligas se han de entender como el “germen asociativo” más importante de los migrantes de los países andinos. En ellas los migrantes invierten mucha energía y tiempo a pesar de sus condiciones precarias de vida y trabajo, así como del muy reducido tiempo de ocio del que disfrutan.

Pero, ¿cómo son y cómo funcionan realmente esas ligas?, ¿quiénes participan en ellas?, ¿qué diferentes estatus legales poseen?

Situándonos en la ciudad de Madrid, uno de nuestros casos de estudio, las ligas de fútbol organizadas por y para inmigrados de América del Sur han adquirido una mayor dimensión en comparación a la de sus análogas en Sevilla, puesto que existían, en marzo del 2008, 21 ligas con alrededor de 20.000 jugadores competiendo en las categorías tanto masculina como femenina, tanto para mayores de 38 años como infantiles. Las dos ligas más grandes eran la de APEM (Asociación de Pueblos del Ecuador en Madrid) y la Liga de la Asociación Amistad, contando con 140 y 110 equipos participantes respectivamente (R. R., periodista ecuatoriano, 25/3/2008). Del mismo modo, la Liga Deportiva Boliviana (Lidebol), fundada en 2003, tenía 52 equipos masculinos y 22 femeninos (R.A., presidente de Lidebol, 30/3/2008).

En cualquier caso, y a diferencia de las de Sevilla, las ligas más antiguas anteriormente mencionadas sí que han podido formalizar su estatus jurídico figurando como asociaciones de inmigrados con varias funciones y actividades. En cuanto a su composición, una de las características más destacables en el municipio de Madrid era la de su heterogeneidad, ya que existían grandes y pequeñas, con un carácter más étnico-nacional y otras explícitamente interamericanas. Había ligas que pertenecían a grandes asociaciones y otras que no habían obtenido un estatus jurídico hasta entonces, caso de la Lidebol, pese a sus cinco años de existencia. Asimismo, sus nombres nos ilustran de la diversidad de formatos y adscripciones simbólicas, siendo algunos ejemplos los siguientes: Liga Confraternidad Ecuatoriana, Liga Alianza Ecuatoriana, Liga Colombiana, Liga Deportiva Boliviana, Liga Hispano Ecuatoriana, Liga Unida por el Deporte, Liga Amistad Pan Bendito o Liga Integración Latinoamericana (<http://www.golazolatino.com>, visitado 22/12/2012). Ello nos indica que desde el inicio de éstas existieron dos tipos: unas ligas con un carácter nominalmente nacional y otras con una voluntad explícitamente integradora entre migrantes sudamericanos. Esa idea integradora se ha visto también reflejada en la fundación de la Federación de Asociaciones y Ligas Deportivas Latinoamericanas (Federalita), que englobaba a todas las ligas latinas en Madrid a través de su Champions League Latino, en donde competían los campeones de cada una de ellas (R. R., periodista ecuatoriano, 25/3/2008). Otra característica es que muchas de las ligas de Madrid tomaban lugar en la periferia sur de la ciudad, donde reside el mayor número de residentes sudamericanos, es decir, en Usera, Vallecas y El Pozo – entre otras barriadas –, más la Casa de Campo (Domínguez Marco 2009).

En Sevilla se constituyeron dos ligas sudamericanas durante el periodo de investigación entre junio de 2007 y marzo de 2009, una liga de fútbol y otra de futsala. En ambas se disputaban una media de dos torneos al año, cada una con sus rondas de apertura y clausura siguiendo el formato del fútbol federado en los países sudamericanos. Sendas ligas existentes en Sevilla, la de fútbol y futsala, se fundaron en los años 2002-2003 por migrantes procedentes fundamentalmente de Ecuador, de ahí la denominación que recibió la primera de ella: Liga Independiente de Ecuador.

Durante el periodo de la investigación, las ligas estaban formadas con entre 18 y 20 equipos masculinos y entre 8 y 10 equipos femeninos, si bien estos últimos comenzaron a competir de forma regular dos años más tarde. En relación con su estructura, se ha de mencionar que éstas se organizaban en base a una junta directiva que se reunía semanalmente con todos los encargados de los clubes participantes, todo ello regido por un reglamento. Con respecto a la organización, las ligas se situaban en una posición ambigua entre el origen particular y el constante proceso de crecimiento e institucionalización, lo que significaba una mayor competitividad y una creciente capitalización de éstas, a pesar de que casi todos los gastos y premios estaban financiados por las aportaciones de los propios jugadores. Asimismo, uno de los mayores problemas y obstáculos en la organización de las ligas fue el encontrar terrenos y ser reconocidos como usuarios legítimos de ellos, siendo la tendencia general la de subarrendar las canchas públicas de los clubes locales autóctonos, ya que estos eran los encargados de gestionarlas (Müller 2011a). Y, por último, en relación con la nacionalidad de los jugadores, si en principio jugaban exclusivamente participantes de origen ecuatoriano y algunos peruanos, paulatinamente se fueron incorporando jugadores y jugadoras de otras procedencias, en especial bolivianos y paraguayos; por contra, la presencia de argentinos, colombianos y españoles era menor, especialmente en las secciones femeninas.

De este modo, comparando el formato, la evolución, la participación y los desafíos de las ligas en diferentes ciudades, especialmente las de Madrid y Sevilla, pero también las de Valencia (Llopis y Moncusí 2005, 2008) y Granada, destaca el hecho de que la gran mayoría de las ligas surgió de los núcleos familiares y amistosos que se reunían durante los fines de semana en los parques públicos para jugar de manera informal. No había ninguna entidad oficial, organización nacional sudamericana o española de tipo asistencial detrás de las ligas, como así ocurrió en Alemania con respecto a los primeros clubes de fútbol de los migrantes turcos (Blecking 2008). Por tanto, eran prácticas y eventos que nacían de los migrantes mismos, de sus preferencias de ocio y formas de asociación.

Tomando en consideración lo anterior, podría apuntarse la hipótesis de que la constitución tanto de ligas como de equipos integrantes ha sido producida por la fuerte demanda deportiva de los propios migrantes y por la exitosa “convocatoria” de las mismas, junto con el constante incremento de la población sudamericana que tuvo lugar en España entre 1997 y 2007. Estos factores también han incidido en el hecho de que en las ciudades analizadas se hayan fundado ligas femeninas con una participación mayoritaria de mujeres ecuatorianas y bolivianas (véase Müller 2011a, 2011b).[6]

Los discursos acerca del fútbol como motor de confraternización e integración

Resulta interesante señalar como en las conversaciones y entrevistas que se llevaron a cabo con los presidentes de los clubes y ligas migrantes éstos constantemente enfatizaban en la idea de “confraternizar” con otros grupos a través del fútbol. Ésta ha sido, sin duda, uno de los principales leitmotiv utilizado en relación con la constitución de estas ligas de fútbol y futsala. Pero, ¿a qué se debe dicho énfasis?

Centrándonos en ese término – confraternización, los usos de dicha expresión por los migrantes de los países andinos en este contexto deportivo apuntan claramente hacia un proceso que empieza al nivel del intercambio cara-a-cara entre dos personas (como sinónimo de socializar: “te vas comentando lo que eres, de dónde eres, te vas socializando, te vas confraternizando”), para llegar al intercambio entre grupos sociales y finalmente entre países. Es más, la idea de confraternizar alcanza una gran importancia si la relacionamos con las divisiones internas existente, por ejemplo, en el interior de la comunidad boliviana, ya que en este país el conflicto histórico sobre la distribución del poder (y las ganancias de las exportaciones de materia prima) entre el gobierno central y los departamentos se radicalizó a partir del 2003, culminando en enfrentamientos violentos entre los seguidores de las dos partes durante el periodo de nuestra investigación, 2007-2008 (véase Stefanoni y Do Alto 2006; González Pazos 2007). De hecho, hubo dos agendas políticas para la “refundación” del país: una del gobierno del MAS (Movimiento al Socialismo) apoyado por los prefectos de Oruro, Potosí, Cochabamba y Sucre; y la otra del movimiento regionalista de los departamentos de la llamada “Media Luna” (Santa Cruz, Pando, Beni y Tarija), que defendían los referéndum autonómicos abogando por una “Bolivia productiva”. Las dos partes utilizaron un discurso basado fundamentalmente en la cuestión identitaria, donde la parte occidental indígena-altiplánica del país se contraponía a las regiones orientales más criollas de la Bolivia amazónica (Assies 2006).

Estas rencillas entre los migrantes bolivianos del departamento de Santa Cruz y los de la región de Cochabamba (los dos principales territorios de origen de los bolivianos llegados a España)[7] fueron observados con desaprobación por los dirigentes de las ligas con más voluntad de liderazgo y afán de unión. Es por ello que ese ideal de la confraternización expresaba, a nuestro entender, el deseo de paz y entendimiento entre las personas de un país dividido. Para consumar dicha confraternización, el fútbol se presentaba, según la opinión de numerosos líderes bolivianos, como uno de los mejores mecanismos:[8]

“Mira, estamos divididos, pero de nuestro país, para eso también sirve el fútbol. Hemos tenido muchos problemas de enfrentamientos, pero ahora menos, casi ya no. Juegan y se enfrentan, pero luego se toman una cerveza juntos” (R. A., presidente de la Liga Boliviana Lidebol en Madrid, 30/3/2008).

Este optimismo en cuanto al efecto unificador del fútbol también pudo observarse en los intentos de crear equipos mixtos de participantes de “oriente” y “occidente”, es decir, entre cambas y collas:[9]

“El segundo año intenté mezclar, de unir, que no haya ese miramiento que son…, sino que todos somos bolivianos. Hasta, inclusive, diría yo que todos somos sudamericanos, que no haya discriminación alguna, que sea equitativo, que todos somos iguales, que no haya diferencia. Porque has nacido un poco más allá o aquí, no te hace mejor o inferior. […] Hablando de los otros, a veces me dicen, ‘pero tú estás con los cambas’, otros me dicen ‘con los collas’. Muy mal lo que tienen en la mente, lo de actuar así” (R. M., encargado de varios equipos en Sevilla, 26/4/2008).

A parte de “confraternización” existieron otras expresiones vernáculas utilizadas por los migrantes entrevistados para hablar sobre las funciones sociales que poseía el fútbol. Algunas de ellas fueron “convivencia”, “amistad” y “unión”. Destaca la ausencia de expresiones como “integración” e “interculturalidad”, las más utilizadas en el ámbito público español y las que podrían ser consideradas las hegemónicas e institucionales, especialmente desde que la integración de los inmigrados constituyó una prioridad para la política española, lo que dio lugar a las Leyes Orgánicas 4  2000 y 8/2000 (Pedone 2003).

Así pues, se ha podido constatar que entre los dirigentes del fútbol sudamericanos el uso del término “integración” ha sido más bien esporádico. Es más, cuando éstos no lo han rechazado lo han utilizado bajo una lógica estratégica, en tanto que su aplicación devenía del intento de armonizar las expectativas y el vocabulario existente en la sociedad de destino. Todo ello en orden a adaptarse al lenguaje dominante para reclamar de esta forma su plaza como intermediarios legítimos y promovedores de la “integración”:

“Detrás de eso hay un gran esfuerzo de la directiva misma por transmitir costumbre, compartir tradiciones. Se van mezclando estilos en el deporte, hacer del fútbol convivencia, de integración si se quiere decir. Yo creo que llegará, llegará un momento que las autoridades de la comunidad de Madrid, de los ayuntamientos se darán cuenta de la importancia del fútbol para los sudamericanos, y le darán más apoyo” (R. R., periodista ecuatoriano, 25/3/2008).

Asimismo, junto a la función de este concepto de integración como vehículo con el que expresar de una manera más inteligible y aceptada los objetivos y fines de las ligas, éste también adquirió una función de protección frente a la acusación de que las ligas fomentaban la proliferación de “guetos”.[10] Es tan mediático e indiscriminado el uso de ese término (Wacquant 2007) que algunos migrantes dirigentes de ligas se vieron obligados a subrayar su total oposición a la posibilidad de “formar gueto” a través de la organización de una liga, por lo que animan y dan la bienvenida a todas las personas interesadas en participar en ella. Otra prueba de ese “miedo al gueto” (Delgado 2008) han sido las reacciones a los planes de construir una “Ciudad Deportiva del Inmigrante” en varias ciudades españolas – plan que quedó recogido, por ejemplo, en el marco de la Federación de Ligas de Madrid. Ésta era una propuesta que trataba de responder a los problemas de encontrar terrenos deportivos por parte de las ligas migrantes, sin embargo se topó con el rotundo rechazo del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid bajo el argumento de que un campo deportivo de los inmigrantes crearía y fomentaría guetos (R. R., periodista ecuatoriano, 25/3/2008). Una iniciativa parecida se anunció en Valencia, donde las ligas de migrantes sufrían los mismos problemas de falta de canchas y elevados gastos de arrendamiento. Al igual que en el caso madrileño, esta iniciativa suscitó las mismas reacciones de rechazo por parte del consistorio valenciano (Llopis y Moncusí 2008).

Las luchas por los terrenos de juego

Encontrar espacios deportivos y ser reconocido como usuario legítimo de ellos son los mayores obstáculos de las ligas sudamericanas no sólo en Sevilla sino también en Granada, Valencia y, en parte, en Madrid (Müller 2011a; Llopis y Moncusí 2008). El caso del Retiro, donde los primeros ecuatorianos residentes en Madrid empezaron a reunirse, es paradigmático, ya que describe perfectamente todo ese proceso de ocupación espacial:

“Tuvieron muchos problemas. Otra gente se convirtió en vendedores ambulantes, a dejar sucio los parques, a destruir. Fue bloqueado por la policía argumentando que ahí se consumía alcohol, que se vendía comida, que era prohibido. Es cuando empezaron a alquilar canchas” (R. R., periodista ecuatoriano, 25/3/2008).

En Sevilla, después de que a los migrantes no les fuera permitido seguir reuniéndose y jugar en el parque del Alamillo, empezaron a utilizar un terreno deportivo abandonado en el barrio del San Jerónimo, en el norte de la ciudad. El terreno fue reactivado y reanimado por ellos en un esfuerzo de trabajo común de limpieza, recuperación y apropiación. Al principio no hubo ninguna entidad que reclamara la autoridad sobre el espacio: “no había nadie ni nada, hemos venido, limpiado y arreglado. Al principio se jugaba sólo al ecuavolley, luego ahí arriba al baloncesto y al futsala. No había control, tampoco estaba mal” (H. P., vendedor en el propio emplazamiento, 29/3/2008). En términos antropológicos, los migrantes transformaron la cancha de un no-lugar en un lugar (Augé 2000). Sin embargo, el ayuntamiento de Sevilla, quien retomó su responsabilidad sobre estas instalaciones, nunca reconoció los esfuerzos en esa tarea realizados previamente por estos migrantes. Es más, la gestión del polideportivo fue delegada a una ONG sevillana quedando la liga sudamericana al margen de la junta directiva.

Este estado crónicamente nómada de las prácticas y ligas deportivas sudamericanas fue experimentado por parte de los migrantes como una situación indigna y cada vez más como una discriminación: “Somos como gitanos, se nos mandan de un sitio a otro” (R. T., ecuatoriano, dirigente de una Escuela Deportiva Municipal en Sevilla, 22/3/2008). De este modo, sus experiencias acumuladas de expulsión de los lugares públicos han estado cimentadas en argumentaciones puramente legalistas y en base a ideas tales como el “gueto”, la “venta ambulante” y el consumo de cerveza. Estas expulsiones no sólo se produjeron en la cancha de San Jerónimo, en Sevilla, sino también alrededor de parques e instalaciones deportivas de otras muchas ciudades españolas que estaban siendo utilizadas por inmigrados de América del Sur, mayoritariamente de los países andinos (véase Müller 2011b).

LOS MUNDIALITOS

Bien es cierto que los migrantes sudamericanos no son los únicos aficionados al fútbol entre los trabajadores extranjeros, ya que los principales países de origen de la reciente inmigración extracomunitaria en España se han de entender como las regiones del mundo con más entusiasmo por el fútbol: América del Sur, Europa del Este y Sureste, el Magreb y África Central y Occidental. Junto a esto, España, como país de acogida, más Italia e Inglaterra han de ser considerados los líderes en el mercado global del fútbol profesional (Llopis 2011; Cáceres 2006). Ambas cuestiones han ocasionado que en los últimos años se haya producido un verdadero boom del fútbol migrante y de la organización de numerosos torneos.

Según nuestras indagaciones sobre el terreno, el primer mundialito celebrado en España tuvo lugar en Madrid en el 2002. Éste fue organizado por la Fundación Jorge Mendoza en colaboración con la embajada de Angola, siendo uno de sus máximos protagonistas el propio Jorge Mendoza, ex jugador profesional angoleño de la primera división española durante los años sesenta (Real Madrid, F. C. Barcelona). A partir de entonces comenzaron a proliferar muchos de ellos, siendo un ejemplo la “Copa Movistar de las Culturas de Futsala”, cuya segunda edición se organizó durante la primavera del 2009 en diferentes ciudades españolas y en la que participaron 350 equipos de 32 nacionalidades, todos masculinos (http://www.movistar.es/copa-movistar, visitado 3/7/2009).

Los mundialitos más grandes, como la Copa Movistar, organizados y apoyados por empresas con un fuerte interés en la publicidad entre migrantes, fueron a veces publicados en la prensa local, si bien siempre encontraron cobertura en los periódicos gratuitos dirigidos a los inmigrantes y especializados en consejos prácticos, anuncios de eventos y reportajes. Esos mismos periódicos y revistas se financiaban exclusivamente a través de los anuncios de bancos, inmobiliarias y empresas de telecomunicación. Un ejemplo de esto fue la publicación Toumaï que en 2006 hizo un resumen de sus noticias sobre el deporte a lo largo del año titulándolo “El balón fue la estrella” y donde se enfatizaba el hecho de que se “demostró, una vez más, que para disfrutar no es necesario hablar el mismo idioma” (año IV, no. 43, dic. 2006, http://www.toumai.es, visitado 18/11/2008). Otras ediciones de la revista dieron cuenta de la existencia de mundialitos incluso en ciudades con poca presencia de trabajadores extranjeros, caso de Santander y Burgos. En Barcelona, en septiembre del 2008, se estrenó la primera edición del “Torneo Nostra Catalunya”: una competición en la que se dieron cita 16 selecciones masculinas participantes y que estuvo organizado por el R. C. D. Espanyol con el apoyo de La Caixa, la agencia de seguros Mapfre y el canal televisivo XL (http://www.latinoamericaexterior.com, visitado 15/9/2008). Además del crecimiento cuantitativo que experimentó este tipo de evento en poco más de un lustro, el formato mundialito también se extendió a otros deportes, como fue el caso del baloncesto cuando la Federación Española de Baloncesto y la Fundación Sociocultural de Baloncesto organizaron el “II Mundialito de la Inmigración” en noviembre del 2008. La nota de prensa, como no podía ser de otro modo, enfatizaba la idea de utilizar “el deporte como forma de integración entre los inmigrantes” (http://www.latinoamericaexterior.com, visitado 18/11/2008).

Tras analizar la naturaleza de estos mundialitos, tres aspectos pueden destacarse. Primero, el gran apoyo institucional y privado que recibía la mayoría de ellos, siendo los patrocinadores aquellas empresas más interesadas en los migrantes como futuros clientes. Esto confirma, según los resultados de una investigación comparativa sobre deporte y multiculturalismo en Europa (PMP Consultancy y Loughborough University 2004), que España pertenece “al modelo plural y liberal”, es decir, al grupo de países donde el Estado preferentemente interviene de un modo indirecto, es decir, a través de empresas, ONG y asociaciones contratadas, así como cooperaciones privado-públicas (Llopis y Moncusí 2008). Segundo, alrededor de los mundialitos, y fundamentalmente desde los propios organizadores y medios de comunicación, proliferaron unos discursos que enfatizaban la idea de que un torneo multicultural funcionaba como motor de integración social de los migrantes. Esto pudo observarse en el caso de los organizadores de “Sevilla Solidaria”, los cuales estaban convencidos del rol positivo del fútbol para “desarrollar el diálogo intercultural” (www.cedifa.es/integracion, visitado 20/3/2008). Esta concepción del fútbol coincide con el análisis de Müller, Van Zoonen y De Roode (2008) sobre un mundialito celebrado en Amsterdam que partía de un idealismo deportivo de tipo multiculturalista similar. El tercer elemento, quizás el más destacable, refiere a la circunstancia de que en ninguno de los mundialitos investigados en España participaron mujeres como jugadoras. En comparación con las ligas de los migrantes andinos, puede afirmarse que estos mundialitos representan roles de género mucho más convencionales, como así lo evidenció el caso de “Sevilla Solidaria”, el cual será analizado en el siguiente capítulo.

“Sevilla Solidaria” versus “Mundialito sin Fronteras”: discursos y prácticas

Entre los muchos mundialitos existentes dos han sido los seleccionados para su análisis empírico, especialmente en lo que se refiere a su organización y representación. Uno de ellos se llevó a cabo en Sevilla, el otro en Málaga. El primero fue organizado por el Centro de Estudios, Desarrollo e Investigación del Fútbol Andaluz (CEDIFA) con al apoyo de la Federación Andaluza de Fútbol (FAF) y del Instituto Municipal de Deporte (IMD). Este torneo, llamado “Torneo Sevilla Solidaria”, se llevó a cabo entre marzo y mayo del 2008 en las instalaciones deportivas de CEDIFA de la ciudad de Sevilla. El segundo, “Primera edición del Mundialito sin Fronteras”, fue organizado por la Coordinadora de Inmigrantes, una plataforma de asociaciones de y para migrantes en Málaga. Este torneo fue patrocinado por el Ayuntamiento de Málaga, la Junta de Andalucía y La Caixa, si bien la asociación Casa Argentina ocupó un papel fundamental en la organización del mismo.[11]

El mundialito “Sevilla Solidaria” fue organizado por CEDIFA, una entidad de promoción y desarrollo del fútbol andaluz que se ceñía al sentido más convencional y literal del término Mundialito, por lo que participaron equipos de migrantes según su procedencia nacional: Armenia, Rumanía, Marruecos, Nigeria, Brasil y Colombia, así como dos equipos para los casos de Ecuador, Bolivia y Paraguay. No participó ningún equipo “español” o club local. “Sevilla Solidaria” estableció condiciones de participación y entrenamiento totalmente gratuitas, ya que se beneficiaban de las instalaciones de CEDIFA: es decir, de canchas que se encontraban en mucho mejor estado que el de los campos municipales alquilados por las ligas sudamericanas, lo que subrayaba la diferencia de medios entre la primera y las segundas. Los partidos se celebraron los sábados por la tarde y los domingos. No nos consta que los terrenos fueran utilizados por otros usuarios durante la disputa de los encuentros. Los partidos empezaron a primera hora de la tarde en días de calor sofocante. Un pequeño quiosco a la entrada del complejo era la única oferta de bebidas y snacks. Quizás por ello el torneo fracasó en la idea de crear un ambiente sociable y festivo que invitara a quedarse alrededor de la cancha. Con respecto a los partidos, a partir de los cuartos de final los organizadores empezaron a percibir una alta competitividad entre los equipos nacionales que supuso, entre otras cuestiones, la solicitud de un servicio de seguridad para las semifinales y la final. Todo esto se tradujo en una insatisfacción por parte de los organizadores tras la finalización del torneo, en tanto que dudaron si habían conseguido el objetivo pretendido de acercamiento entre los grupos de inmigrantes.

En Málaga la situación fue bien diferente, ya que los organizadores del torneo, claves en el desenvolvimiento del mismo, eran asociaciones de y para migrantes. De hecho una asociación reivindicativa por los derechos de los migrantes en situación irregular, Casa Argentina, jugó un papel clave en este primer mundialito celebrado en el 2008. Uno de los organizadores principales de esa asociación, antes de migrar a España, había organizado campeonatos parecidos entre migrantes en la provincia de Buenos Aires. Él también compartió el discurso dominante, mostrándose convencido de que el mundialito podía servir para unir todos los colectivos y luchar contra la formación de “guetos” (R. B., 24/7/2008). Gracias a la amplia red de contactos de Casa Argentina con el tejido asociativo, tanto migrante como local, pudieron participar no solamente asociaciones de migrantes y equipos de adscripción nacional, sino también equipos de entidades como CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), la Cruz Roja y asociaciones barriales. A diferencia del de Sevilla, las mujeres participaron activamente en este torneo y las instalaciones municipales fueron frecuentadas por socios de los clubes locales. Además, en Málaga se llevaron a cabo reuniones semanales entre los dirigentes de todos los clubes, lo que se asemejaba al principio participativo de las ligas de fútbol sudamericanas, donde las decisiones son tomadas entre todos los equipos participantes, favoreciendo a su vez procesos de intercambio y amistades que sobrepasan los límites de los equipos. De este modo se confirma esa hipótesis de que la regularidad de las ligas y la organización sistemática por los mismos participantes sellan alianzas entre las personas de diferentes procedencias sociales, regionales y nacionales y obligan a la colaboración (Müller 2011b).

Siguiendo dicha hipótesis, y retomando el mundialito en Sevilla, puede entenderse mejor lo sucedido en él con respecto a la participación, ya que los equipos en liza carecían de cualquier vínculo con la organización del campeonato, no tenían que cooperar, se enfrentaron única y exclusivamente como adversarios en el terreno de juego. La competencia por la victoria era la única medida de contacto entre los grupos. Así pues, en un mundialito como el de Sevilla, el cual fue impulsado desde arriba sin contar con la participación de los clubes y equipos en su organización, la rivalidad inherente a deportes competitivos como el fútbol y la fuerte carga emocional por representar al país de origen tienden a mostrarse tal cual, sin mediación de la colaboración ni de la mutualidad cotidiana.

A MODO DE CONCLUSIÓN: PRÁCTICAS Y DISCURSOS ALREDEDOR DEL FÚTBOL COMO MOTOR DE INTEGRACIÓN SOCIAL

El aumento en España de los flujos de inmigrados procedentes de Sudamérica en la última década ha significado la aparición o la visibilización de determinados fenómenos sociales relacionados con la inmigración que ha conllevado la articulación y negociación de discursos y prácticas que directamente aluden a los modos y modelos de coexistencia social. Uno de ellos nos remite a la práctica deportiva migrante, en tanto que en los últimos años se ha observado una proliferación de ligas, mundialitos y otros formatos de competición en torno al fútbol, lo que ha contribuido a que este deporte se conciba, entre otras cuestiones, como uno de los mecanismos de integración más eficaces.

Partiendo de la centralidad del fútbol migrante y tras analizar varios casos de estudio, hemos contrastado algunas diferencias tanto en lo referido a la organización de estas competiciones como a los discursos que son creados y proyectados desde ellas mismas, desde sus organizadores y representantes.

En cuanto a la organización de estas competiciones, habría que diferenciar las ligas de fútbol migrante de los mundialitos. Si en los primeros el protagonismo recae en una directiva compuesta en su mayoría de inmigrados cuyo objetivo es el establecimiento de unas normas y la vigilancia de las mismas para el buen desarrollo de las ligas, junto a la obligación de gestionar aquellos espacios destinados al juego, en los mundialitos, al estar impulsados y gestionados fundamentalmente por federaciones deportivas, empresas y organizaciones no gubernamentales, la iniciativa y el rol de los inmigrados quedan en un segundo plano, por tanto los intereses de los jugadores inmigrados se centran casi exclusivamente en la pura competición y en el alto nivel simbólico de representar a “su nación”. Esto se traduce en un aumento de competitividad durante el juego, a diferencia de las ligas organizadas por ellos, donde sus intereses se centran en el buen desarrollo de la propia competición gracias a todo ese andamiaje asociativo creado para ello.

Con respecto a los discursos, para los inmigrados sudamericanos las ligas de fútbol representan un espacio no necesariamente formal para la “confraternización”, la “amistad” y la “unión” entre todos los migrantes del mismo país y del subcontinente sudamericano, incentivándose la constitución de alianzas estratégicas y cooperación que, en numerosas ocasiones, transciende lo puramente deportivo para alcanzar otros campos: como el económico, con la venta ambulante; o el lúdico-ritual, con la celebración de fiestas. Al contrario, para las instituciones y organizaciones autóctonas los mundialitos simbolizan el ideal de la integración en tanto que evitan, según ellos, la configuración de guetos tanto físicos (al disponer de canchas de juego perfectamente integradas en el circuito de fútbol federado) como simbólicos (al promover la participación en sus competiciones de una amplia gama de equipos representantes de diferentes continentes y naciones). Lo que los organizadores de mundialitos normalmente no prevén es la circunstancia de que el formato en sí incentiva la formación de grupos nacionales y, por ende, promueve la concentración de jugadores de un solo país. A diferencia de estos, las ligas de migrantes sudamericanos están conformadas fundamentalmente por equipos regionales y locales (véase Müller 2011b). Sin embargo, la percepción que poseen los migrantes andinos sobre la formación de equipos nacionales es que estos son los más difíciles de organizar. De este modo, y paradójicamente, lo que para unos es una señal de fracaso (la alta competitividad entre equipos e hinchas nacionales), para otros es un reto de unión y solidaridad. En este sentido, el discurso basado en el fútbol y en la integración (aunque bajo otras lemas y significados particulares como “confraternización”) se muestra como un lenguaje lo suficientemente vago y ambiguo como para que los diferentes actores puedan perseguir sus propios inquietudes e intereses (véase Müller, Van Zoonen y De Roode 2008).

Con respecto a la idea y acusación de formar guetos, es en esta cuestión donde se observa con más claridad la obligación de los representantes y jugadores sudamericanos de asumir y utilizar el lenguaje dominante a fin de enfatizar su rechazo a cualquier forma de “guetización” en la práctica del fútbol y de este modo no excluirse de los discursos hegemónicos de la sociedad de llegada, pero también para posicionarse mejor como nuevos agentes sociales en el ámbito público y con ello hacer efectivo sus demandas, destinadas en su mayoría a los organismos públicos. Una clara demostración de esto la tenemos en la reclamación que muchas directivas de ligas de futbol migrante en España han mostrado en relación con la necesidad de disponer de unos terrenos de juego adecuados para la práctica de este deporte y la posibilidad de formar parte de su gestión.

Si bien la organización de ligas de fútbol y futsala por parte de los migrantes, la presencia de estos en el espacio público, la paulatina auto-denominación y representación del migrante (según el lenguaje dominante) les han posibilitado alcanzar cierta visibilidad local, lo que todavía no han logrado ha sido establecerse como actores legítimos en la organización del fútbol migrante y disponer de instalaciones aseguradas. Desafortunadamente, la administración local y las federaciones y clubes españoles del fútbol han apostado por llevar a cabo sus propios mundialitos para inmigrantes en vez de ayudar material y simbólicamente a las ligas migrantes existentes, las cuales se han caracterizado entre otras cuestiones, y a diferencia de los organizados por los primeros, por una presencia activa de las mujeres y por la cooperación regular y constante de la mayoría de sus miembros.

 

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NOTAS

[1]       Véase también los volúmenes especiales de Sport in Society (vol. 10, no. 3, 2007) sobre el rol del deporte en la diáspora irlandesa así como Soccer and Society (vol. 8, no. 4, 2007) sobre “fútbol globalizado” y su énfasis en las migraciones portuguesas.

[2]      Ejemplo de ello podrían ser los siguientes trabajos: Bantulá i Janot y Sánchez Martín (2008), Domínguez Marco (2009), Domínguez Marco, Jiménez Martín y Durán González (2010), Llopis y Moncusí (2004), Medina (2002), Puig y Fullana (2002), Sánchez Martín (2003), Heinemann (2002), Blecking (2008).

[3]      Traducción de Juliane Müller.

[4]      Utilizamos el término “andino” de un modo descriptivo, siguiendo el uso de organismos inter-estatales en la región, sin entrar por tanto en la cuestión de si unos países con grandes superficies amazónicas deberían ser calificados como tal.

[5]      Sobre el concepto del ciclo migratorio y su aplicación a la emigración española, véase Izquierdo (1996). Según Actis y Estéban (2009), el actual ciclo migratorio desde América Latina a España forma parte de un sistema migratorio trasatlántico iberoamericano que se formó en la temprana época de la colonia española. Sobre el concepto del sistema migratorio, véase también Hoerder (2002), Lucassen y Lucassen (1997).

[6]      Se ha de subrayar que la reciente inmigración sudamericana y la del este de Europa tiene un perfil claramente femenino, a diferencia de la asiática y de la africana (INE 2008, 2009; López de Lera 2007; Fouassier 2007).

[7]      Véase Fouassier (2007), Cruz Zúñiga (2007), Allgäuer (2009), Fundación CeiMigra (2007).

[8]      Esta concepción también fue expresada por los líderes ecuatorianos, ya que un fenómeno comparable también se produce en Ecuador como consecuencia de la división existente entre la sierra y la costa (Pedone 2003).

[9]      Los términos colla y camba tienen una larga trayectoria que refleja la compleja historia y discriminación racial de Bolivia. El término camba, probablemente de origen lingüístico guaraní, ha tenido connotaciones peyorativas asociadas a la población indígena de la Amazonía boliviana hasta que el movimiento autonomista de la Media Luna se apropió del término debajo del lema Nación Camba (Assies 2006). El término colla procede del Kollasuyo: una de las cuatro regiones del Imperio Inca ocupadas por el Reino Aymara más potente de aquella época (Klein 2003). Este término ha sido reivindicado por el sector independentista aymara.

[10]     En España, los disturbios en algunos barrios de Madrid y Barcelona y la muerte de un joven en Villaverde (Madrid) en mayo del 2005 fueron relacionados inmediatamente con “bandas latinas” y comparados con los acontecimientos en las banlieues francesas. Esto multiplicó las referencias a la “guetización” de las metrópolis españolas. Junto a ello, comenzó a esbozarse una representación negativa de los jóvenes latinoamericanos (Feixa et al. 2006).

[11]      Asimismo, desde 2005 en Valencia se han organizado torneos bajo el formato de mundialito. Dos de los más importantes han sido el organizado por la asociación ecuatoriana Rumiñahui y el de la Fundación del Valencia (Llopis y Moncusí 2008).

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